CRISÁLIDAS

CRISÁLIDAS - Texto escrito por Raphaël Mège

Observamos con facilidad el gusano y la mariposa, pero lo que atrae la atención de Ana Tornel es precisamente la crisálida, una de las fases de mutación más espectaculares que ofrece la naturaleza. Con la particularidad de que las ninfas de la fotógrafa son humanas, pues nuestra vida está cuajada de crisálidas, de períodos en los que sufrimos cambios de toda índole, físicos y psicológicos.

A partir de la adolescencia, etapa en la que se opera el paso de la infancia a la adolescencia, nuestras crisálidas son esos estados de duda, de tensión o de conmoción en los que, camufladas tras una fragilidad aparente, se mueven y oponen fuerzas potentes, a veces violentas, cuya resultante nos es desconocida de antemano.

La fotógrafa trata igualmente de captar la lucha casi incesante en la que se enfrentan ánima y materia. Mediante la observación del cuerpo que posa delante del objetivo, intenta desvelar el espíritu que le alienta. Esta operación se produce gradualmente, en complicidad y harmonía con el modelo, que deja de serlo para reafirmarse como persona.

La crisálida viene a simbolizar el trabajo de Ana Tornel, y esta química efímera que nace entre ella, su sujeto y la técnica del colodión húmedo. Incluso cuando se domina perfectamente, este proceso es capaz de imponer su ley al fotógrafo, derribar sus certezas y proponerle otra cosa – un terreno desconocido, una experiencia inédita. A veces son precisamente esos incidentes, lejos de la imagen preconcebida, los que hacen que el sujeto aparezca tal y como es.